Una promesa y un final

Mi promesa: «Al graduarme el primer cliente, le trabajaría ad honorem».

Durante mis estudios de Derecho, fueron muchas las personas que contribuyeron en ese camino, sobre todo aquellas que yo decidí llamar: Ángeles terrenales.

Fueron personas que sin ser familia, me apoyaron en mi trabajo para que saliera más temprano, en ofrecerme precio más económico para trasladarme en horas picos, aquél amigo que se preocupaba por no poder apoyarme en el traslado, pero que ubicaba a alguien para que me llevara, en fin.

A todos ellos ¡GRACIAS!

Ese agradecimiento me llevó hacer una promesa: «Al graduarme el primer cliente, le trabajaría ad honorem». Era mi forma de honrar todo ese apoyo que recibí.

Fue un caso de violencia de género (un área que desconocía para esa época ya que era una ley nueva).

Primero fui sincera con la persona, le dije que no era mi área, pero que me comprometía a acompañarla durante todo el proceso, esa persona me indicó que no tenía como pagar un abogado, y que estaba feliz por ese acompañamiento.

Por esta razón, alrededor de 2 años que duró ese proceso, no pudo acceder a su casa, durmió con su hijo en un cuarto de un familiar por todo ese tiempo. Perdió todo, le tocó volver a empezar y reencontrarse.

Lo mejor fue que en ese proceso ella floreció, fue maravilloso e inspirador ver como cada día esa persona asustadiza y nerviosa, se convertía en una mujer segura y confiada.

De hecho, la Fiscalía hizo su trabajo, como buena pichón de Abogada, estaba fascinada con la dinámica en la Audiencia de Juicio, recuerdo que la fiscal me miró con ojos desconcertantes por mi presencia, y le dije:

«Doctora, no se preocupe, sólo vine como oyente, cuando Ud termine su trabajo, yo iniciaré el mío: ¡El divorcio!».

En consecuencia, ese día la Jueza ordenó al cónyuge que desalojara su vivienda de forma voluntaria, en vista de la negativa que expresó el cónyuge en ese momento, la Jueza ordenó se ejecutara de forma forzosa ese mismo día.

Recuerdo que ese día mi cliente no salía de su asombro, le dije:

¡Tranquila!, yo te voy acompañar.

Seguidamente, fuimos a la Comandancia de la Policía y los funcionarios hicieron su trabajo. Ese día volví a ver a esa mujer asustada de hace 2 años cuando se escudó detrás de mí y el cónyuge le hablaba de forma amenazante.

Cuando nos quedamos solas en su casa, le dije:

Hoy inicia una nueva etapa en tu vida.

Por lo tanto, ese día entendí que había elegido bien y la FELICIDAD en pleno se sigue manifestado cada día de mi vida.

Hoy #DiaInternacionaldelaFelicidad celebro y agradezco esta experiencia, recorrer este camino requiere de valores fundamentales como la amabilidad y la compasión. Entender que somos un instrumento y que parte de la confianza plena.

Agradezco a este hermosa mujer haber permitido acompañarla en este laberinto, sin duda alguna ambas aprendimos muchísimo.

Es por ello que, estoy convencida que mi profesión me permite brindar un mejor mañana a mis clientes, ya que contribuyo a través de mis acciones a ese bienestar.

 

Un abrazo digital

 

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2 comentarios en “Una promesa y un final”

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